- Innovación
- 19 de noviembre de 2018
Especialista en calidad de uvas y vinos comparte conocimientos con equipo del CII
Dr. Keren Bindon, PhD en Viticultura de la Universidad de Adelaide, Australia, es investigadora del Instituto Australiano de Investigación del Vino (AWRI). En su visita a Chile, conversó con colaboradores de la viña y visitó el Centro de Investigación e Innovación para compartir sus experiencias con el equipo.
mediciones objetivas en el viñedo.
La especialista fue parte del Workshop del Programa Estratégico 3: Calidad de Uvas y Vinos, al que asistieron alrededor de 60 personas, de las áreas Agrícola, Técnica y de Compra de Uva y Vinos. En esa oportunidad, Bindon pudo conversar con el equipo del CII y con otros colaboradores de la compañía sobre los avances que se han hecho en cuanto a mediciones objetivas y científicas de la calidad tanto de uvas como de vinos.
Después de esta enriquecedora experiencia, la Dra. Bindon comenta cómo está Chile en relación a la industria global, cómo ve la adopción de tecnologías en viticultura y qué desafíos están aún pendientes.
Has trabajado especialmente en Australia, pero conoces el nivel de la industria en cuanto a tecnología e investigación. ¿Cómo crees que está Chile en comparación con otros países, como Estados Unidos o Sudáfrica?
Creo que Chile es algo distinto, ya que su investigación ha estado basada mayoritariamente en las universidades. En ese sentido, el CII es una excepción, ya que está directamente relacionado con una viña, que es Concha y Toro. La desventaja de que la investigación se haga en universidades es que los profesores que trabajan con uvas y vinos probablemente trabajan en otros temas también.
En la AWRI, que fue creada en 1955, sólo trabajamos con uvas y vino y tenemos un gran compromiso con la industria. De hecho, el directorio de la institución está compuesto por miembros elegidos por la industria vitivinícola australiana. Viña Concha y Toro sí ha hecho ese esfuerzo, de desarrollar su centro de investigación que va desde la uva hasta el vino, abarcando todo el proceso y de manera exclusiva.
En tu experiencia, ¿cómo crees que los viticultores han valorado la aplicación de tecnología e investigación al viñedo?
Por un lado, hemos progresado, pero por otro estamos igual que hace diez años. En esa época estaban disponibles las mismas herramientas que hoy, pero no se usaban y hoy hay muchos que siguen sin usarlas. Muchas veces las compañías no valoran tanto la implementación de estas herramientas, porque quieren métodos más rápidos y eficientes que les entreguen toda la información, en vez de adoptar estas nuevas herramientas ellos mismos.
Sin embargo, en las giras de extensión que hemos realizado por Australia, hemos visto que vitivinicultores de viñas más pequeñas aprecian nuestro trabajo en investigación. Muchos productores quieren adoptar nuevas herramientas y tecnologías, yendo un paso más allá. Al final, creo que la adopción es la clave. Tenemos el concepto, pero los productores tienen que adoptar el conocimiento y aplicarlo.
Más allá de los esfuerzos de extensión, ¿qué ha hecho la AWRI para enfrentar el desafío de la adopción directamente?
Lo hemos hecho a través de nuestro brazo comercial, que a través de consultorías y otros servicios para los productores, son capaces de instalar nuevas metodologías y herramientas en los viñedos y bodegas. De esta manera, los productores han podido elevar la calidad y cantidad de mediciones, entregando más certezas y acceso a datos confiables.
Considerando lo tradicional del rubro, ¿crees que hoy hay más gente interesada en tener mayor acercamiento a la investigación científica en torno al vino?
En ese sentido, creo que el caso australiano es bastante único. La ciencia ha sido una gran influencia en el desarrollo de la producción del vino. Viví en Sudáfrica y creo que ahí se parecen más a Chile, con una tradición muy fuerte de hacer las cosas como las generaciones anteriores.
La industria del vino en Australia se ha movido mucho gracias a la ciencia y tecnología, por eso creo que la AWRI ha sido exitosa, porque hay una demanda grande por este tipo de conocimientos. Esto también nos permite financiar más investigaciones y vivir dentro de este ecosistema de transferencia y adopción de tecnologías. Ha funcionado bien.